Sentirse vacío o abrumado por emociones muy
intensas, con altibajos anímicos frecuentes, ataques de ira e incapacidad para
relacionarse adecuadamente son algunos de los síntomas que experimentan quienes
padecen trastorno límite de la personalidad, también llamado borderline, o trastorno de inestabilidad emocional de la
personalidad, el más frecuente de todos los que afectan a la personalidad.
La forma de resolver esas sensaciones
intensas pasa en muchos casos por autolesionarse, haciéndose cortes, quemaduras
o golpeándose. Con ello, quienes lo padecen, tratan de regular sus emociones,
castigarse o expresar su dolor. Las primeras manifestaciones aparecen hacia la
adolescencia, y se da en mayor proporción en mujeres.
Aunque no se puede diagnosticar trastorno
límite de la personalidad como tal hasta pasados los 18 años, esos
síntomas ya apuntan a un desarrollo anómalo de la personalidad, explica la
psiquiatra Beatriz Payá, vocal de la Asociación Española de Psiquiatría del
Niño y del Adolescente. AEPNYA fue anfitriona, el pasado mes de junio, del 16
congreso internacional de esta especialidad que se celebró en Madrid y que
reunió a más de 1.300 expertos.
Entre los asistentes estaba el psicólogo
Peter Fonagy, jefe del departamento de Psicología Clínica, Educativa y de la
Salud del University College de Londres. Fonagy, que centra sus investigaciones
en averiguar cómo la experiencia social temprana y el ambiente familiar
influyen en el desarrollo de la personalidad, cree que durante la niñez pueden
detectarse ya los primeros signos del trastorno límite de la
personalidad y, lo más importante, actuar sobre ellos.
Problemas emocionales
«Es bastante probable que podamos detectarlo
mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas e intervenir. Hay que prestar
atención a los niños que tienen una combinación de problemas emocionales y de
comportamiento. En particular, problemas con su sentido de identidad, en las
relaciones interpersonales, de atención, o de hostilidad. Cuando se da una
combinación de ellos aumenta el riesgo de desarrollar trastorno límite de
la personalidad. Mi esperanza es que identificando esos signos, podamos
intervenir para que no sientan la necesidad de herirse o tomar una sobredosis,
y evitar que el ambiente en casa esté crispado. Creo que hay un gran potencial
en la intervención temprana en este grave desorden de la personalidad»,
explicaba a ABC. Y es que, indica, este trastorno es uno de los que mejor
responde al tratamiento, si se detecta a tiempo.
Como en la mayoría de los trastornos psiquiátricos,
se nace con una vulnerabilidad de origen genético. «Tal vez la vulnerabilidad
se deba a que experimentan las emociones de forma muy intensa, a las
dificultades para relacionarse con la gente, o para comunicar lo que sienten».
Pero el detonante habría que buscarlo en el entorno, que puede modificar la
forma en que los genes se expresan a lo largo de la vida.
Contexto social
El contexto social puede hacer cambiar la
prevalencia, explica Fonagy. «En países con gran diferencia entre ricos y pobres
la prevalencia del trastorno límite de la personalidad aumenta. En los
países más homogéneos en cuanto a recursos, ya sean ricos o pobres, como
Noruega o China, respectivamente, donde todos son iguales, la prevalencia es
más baja. En estructuras sociales desintegradas el trastorno límite de la
personalidad es más común. Y cuando la gente siente el apoyo de una
estructura social estable hay menos síntomas».
Además, las experiencias tempranas de
abandono o violencia parecen actuar como detonantes para la aparición de este
trastorno que afecta casi a un 2% de la población. El vínculo afectivo que se
establece con las figuras de referencia materna y paterna en los primeros años
también parece influir. Los estilos de apego inseguro o inestable aumentan el
riesgo. Y el aprendizaje de esas primeras relaciones inadecuadas podría estar
detrás del excesivo miedo al rechazo y al abandono que muestran las personas
con trastorno límite de la personalidad.
En nuestro país es frecuente ver casos de
adolescentes llevados a la consulta del psiquiatra o psicólogo por sus padres,
que detectan autolesiones en sus hijos, explica la doctora Payá. En opinión de
Fonagy, estas manifestaciones «son adaptaciones ante unos sentimientos que les
sobrepasan y que les hacen sentir muy mal. Creo que este trastorno es el más
angustioso de todos los que afectan a la personalidad. No podemos hacernos una
idea de la angustia que sufren estas personas», explica.
En la frontera de la
psicosis
De hecho, el trastorno límite de la
personalidad o TLP está en la frontera o límite de la psicosis, por eso
recibe el nombre de límite o borderline, que le fue otorgado en 1938 por el
psicoanalista Adolf Stern. Fonagy utiliza el método de la «mentalización» para
mejorar la regulación emocional, que tanto sufrimiento les genera. La capacidad
de las personas con trastorno límite de la personalidad para interpretar
las intenciones de los demás está deteriorada, asegura. Es necesario ayudarles
a interpretarlas de forma adecuada para que no las sientan como una amenaza:
«Es un enfoque diferente al que se utiliza para la depresión, la ansiedad o el
TDAH. No hay que hacerles sentir que eres un experto que dice lo que deberían o
no hacer. Es importante ponerse en su lugar y tratar de ver los problemas como
ellos. Hay que enseñarles a pensar sobre lo que les ocurre (mentalizarse) pues
por alguna razón, biológica o no, no lo hacen y perciben el mundo de forma
diferente, lo que les causa dolor. Pensar sobre ello les ayuda a sentirse
mejor»
FUENTE:
https://www.trastornolimite.com/noticias-tlp/
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